Coge a Napoleón por última vez.
Me va llenar de pelos, follamos y me voy.
No te preocupes por los pelos
Te llevas cien, pero nunca volverás a cogerlo.
Con pocos que pierdas al día
Tenderá a cero.
Así funciona el olvido.
Coge a Napoleón por última vez.
Me va llenar de pelos, follamos y me voy.
No te preocupes por los pelos
Te llevas cien, pero nunca volverás a cogerlo.
Con pocos que pierdas al día
Tenderá a cero.
Así funciona el olvido.
Finales de los 70 y principios de los 80 fue mi infancia más tierna. También se dio un hecho sociológico destacable en España, las casas de putas de dentro de los pueblos se fueron estableciendo en las afueras, carreteras nacionales por ejemplo.
Tendría que resultar chocante porque cada vez que había una comida en la sierra, siendo mi padre el anfitrión, todos decían que después de comer iban a ir a las luces (neones). Yo meto la mano en el fuego a que ninguno de los que frecuentaban mi casa terminaría yendo, pero era, por así decirlo, la novedad. Supe que por esos servicios se cobraba, porque decían, vamos, pero pagas tú, yo ya me hacía una idea, era algo de la chucha y se pagaba por ello.
Por esos años supe lo que era el “lo”, hacer – “lo”. Si tú hacías una empanadilla era empanadilla, pero el “lo” sustituía siempre lo que no se quería decir, una trampa del lenguaje, pero por otra parte poco sutil, porque si a arreglar el coche se decía con todas las palabras, el “lo” era chucha y agujero.
Ya había por entonces películas futuristas donde los futuros habitantes de este o aquel planeta crecían en placentas colgadas del techo y yo quería pensar que las mujeres que había en los puticlubs eran engendradas así, o en granjas. Me resistía a pensar alguna mujer en su sano juicio hacía el “lo” por dinero, no, salían de las granjas o de las placentas. Aparte cuando llegué de nacer del Belén, ya estaban en mi casa Serrat, Aute… había libros y nos visitaba gente culta. Creo que la lucha por saber lo que era la dignidad ya había empezado en mí, y no me entraba en la cabeza que cobrar por el “lo” lo hiciera una humana tal cual.
Un día fui con mi madre no sé adónde, lejos de mi casa creo recordar, y había dos mujeres hablando, y una le dijo a la otra que para tener 25 pesetas para las medecinas [Sic] (¡medecinas no se dice, se dice medicinas! Por otra parte, tal patada al diccionario centró mi atención sobremanera) de sus hijas, “lo” haría.
Se me cayó el cielo encima, no había placentas ni granjas, bastaba con hacer – “lo” cobrando y ya eras una de ellas, el “lo”, los tres rombos… si hubiera dicho haría empanadillas, las vendería, y tendría para las medecinas, pero el “lo haría” sonaba a destape, venta del cuerpo, tres rombos como tres soles, claridad meridiana.
No tenían juguetes
sólo roña.
Después de comer
sin lavarse los dientes
salían a la calle,
siempre encontraban casa ajena
donde pasar la siesta.
Mientras su madre follaba por dinero
era eso
o el hambre.
A última hora de la tarde
su madre los recogía
como animales.
Humedece la esquina de un pañuelo
y le quita la saliva seca
de comisura de los labios
del hijo más grande.
Eran los robasiestas.
África es donde ningun ojo
Por atroz
Debiera haber visto en toda una vida
Y lo han visto
A edad temprana
Y repetido
La belleza
No puedo buscarla en mí ni en lo que me rodea
Yo soy feo.
Afuera… Siempre afuera.
Fumaré en la residencia
Junto a la bombona del oxígeno.
Quedará mi vida, en trocitos asquerosos,
Pegada a las paredes.
No sé decirte si esa noche habría rezado.
Es hora de hacer inventario
y disfrutar de lo que ya se tiene
hay
que dejar de fumar.
Palabras vacías que no llegarán a ser un verso.
Entonces cae la tarde
(hoy cambian la hora)
Se llena de sombras la calle
de sombras se llena mi mundo
y, como dirían, se hace tarde.
En el hueco de tu sombra
cabe el silencio. Pero
yo grito
que son sólo cenizas de muertos
de muertos indefensos.
Tú pides que me calle
pero entonces la voces vendrían de dentro.
El agua de las fuentes
seguirá cayendo
se abrazará al silencio
y se irá por el sumidero.
Deja que hable, que proteste.
Es desaparecer: Es la muerte.
Es el acero
es el granito
donde se rompen los huesos los muertos… y hace fío.
Déjalos que protesten.
Aparte
me hace daño el silencio.
(Tengo que cambiar el reloj de hora)
Echo de menos
Follar con sangre
Poner una toalla blanca
En la zona de la embestida
Lavar
La toalla con lejía.
Te echo de menos
A cada uno
Lo ha hecho calaña
Una sustancia.
Que la filosofía es de izquierdas
Lo he aprendido así.
Pero que la voluntad es de derechas
Y que sin ella nada se inicia
Ni nada llega a buen fin;
También.
Eso, y que la virtud debe ser barata.
Yo prometo.
Juro
cuando miento.
Ahí, en la droga,
Nunca hubiera muerto Moreno
Yo hubiera seguido drogándome
Y él hubiera seguido existiendo.
Antes lo llamaba
Él era parco en palabras
Estaba deseando colgar
Ahora tiene cáncer
Yo soy parco en palabras
Estoy deseando colgar
Y él no para de hablar
La poesía
Huye hace afuera y conoce
Y de vuelta viene
Y me explica
Y esa ida
Y venida
La vida explota
Y el sueño florece.
Veranos de calor
y picaduras.
Se murió mi tío Pepe
uno de aquellos años
supe que era finito.
Pasé dos
tres
años
soñando que me enterraban vivo.
Pasé por el instituto con gloria.
Detrás del disfraz nada duele.
Faldas y
lo mejor:
el alcohol!
Bebo para matarme
y, como siempre,
me voy a salir con la mía.
Mis libros tienen notas
pero ya no identifico
con ése
que puso una nota
en un libro
que era suyo y hoy es mío
(el mismo que no tendrá heredero)
fuego!, fácil
y otro ejemplar!
Pero no es tan fácil
silenciar
al que una tarde se le ocurrió
compartir sus penas con La misma luna.
Quizás sólo seamos
las edades.
Recuerdo aquellos veranos
En pueblo eminente agrícola
Donde los jóvenes estudiantes
Apoyaban en la recolección de la fruta de hueso.
Los últimos días de cada variedad
Eran mis favoritos
Al grito del encargado:
“A limpia!”; daba
Igual
Que el albaricoque estuviera un poco verde
O pequeño
Valía todo: si no extra, pues mermelada.
Colgaba el capazo del hombro
Pero la mente volaba, donde
Siempre: los bares
O los besos de la amada.
“A limpia!”
Así será en Rafah.
Yo soy hermano de los rotos
de los borrachos los drogadictos
del que fue a emprender
y debe dos cuotas de autónomo y seguros sociales.
Nunca me interesó mirar hacia arriba
La felicidad es la muerte.
Saludar, presentarme, y si no le es inoportuno
hacerle una pregunta – más teórica que otra cosa -,
y es sí, a la mediana edad,
juventud totalmente muerta
(en ella/ y lo siento, blasfemias / que ahora duelen
porque iban contra Dios, una suerte de ira irresoluta
¡y muy astuta!
que se hacía con mi voz. Lo siento, y ahora duelen);
y viendo la Iglesia como algo
que vela por el dogma
administra sacramentos,
cosa que respeto y a la que no me comprometo
porque no creo que pueda dar la talla
ante sus preceptos, soy de carne y hueso y de mala calidad,
y porque creo que al final
es otra obra de los hombres, y que por mucha Deidad
que hubiera en un principio, el propio hombre la viciará;
y lo que es más importante
creer que en la muerte todo muere
y que sin lo físico desaparece
esa conciencia que que ahora me ve / por detrás, /
mientras escribo, y que cae en el más absoluto vacío:
es la muerte que ahora digo
caduca espiga de trigo
sin eternidad
– Siempre me pierdo y no es mi afán robarle más tiempo –:
¿Puede uno como Kierkegaard, ser cristiano fuera de la Cristiandad?
¿Puede, como Spinoza, ver a Dios en las bondades del mundo,
en la naturaleza…? (¡qué más pretexto para querer estar vivo:
el Amor y la Alegría!);
Amar al prójimo y a Dios
y hacer de esto mi libertad
(¡Soy humano, carne y hueso…
pero no cejar en el empeño!)
¿Y vivir la hora que conmigo acaba
por conciencia limpia, como una pequeña salvación…?
(Y haber dejado en unos pocos
cómo siento
cómo amo y cómo pienso…
ya ves,
un epílogo en los otros
hasta que el tiempo
los enmudezca también)

¿Sabéis lo que es vivir sin Dios y sin amor?
Abrir los ojos y decir,
otra vez yo.
Mirar al esternón,
bajo él, a media mañana, y decirle a tu corazón,
por qué no te paras.
Soy un tántalo de barro arrojado al mundo, sin sentido
alguno.
Un rugido omnívoro
(nada nadie!)
que hasta el tiempo fagocita o come:
los paraguas y las almas olvidados en el paisaje,
trayectorias y tratados.
Y las farolas – espeso el aire-
titilan y desesperan
abatidas de tanta noche!
Como un muñeco de barro tropezando contra el mundo
no quiero el libre albedrío, dónde están
el bien la justicia la belleza
como un muñeco de barro tropezando contra el tiempo
un gemido quizás un aullido, de hambre y pena
o un silencio
un remanso de tiempo entre dos latidos.
La eterna espera, suave,
casi pasa, como
un río seco: del silencio
del guijarro a los ecos
de los muertos.
Casi pasa, como
mi rostro indolente: ¿Quién
puso el cansancio
arriba, en la frente: la firme dovela
que se resquebraja y se
deshoja
en cisnes blancos.
Noche de alumbrado amarillo
y de pasos perdidos,
pasa
la eterna espera
cuando,
con pies descalzos
avanzo hacia tu río de luna:
del silencio de sus cráteres
a los trinos de los pájaros.
Mira vencido el día
que camina a tu lado,
las escamas de la noche,
estrellas frías, azules de sueño.
Las horas y los minutos
como una humareda,
como el polvo solo
mintiéndose a los ojos;
en una tierra donde no pasa nada
sólo los días en la portada
del periódico.
Ceniza, eso queda,
el tiempo mirándose las uñas,
manto de plata que fuera fuego
devorando las laderas y las sombras.
Mira
la poesía de las últimas cosas,
las alas de un ángel de hierro estrellándose contra el tiempo
pastoso y frío, como el letargo.
Mira
qué forma tienen las horas
húmedas, como la lengua de este muerto
que desciende hasta tu sexo.
O mira
cómo la vida entra por los ojos,
ojos que sellan la luz en un ocaso,
bajo los árboles centenarios del recuerdo sin nombre
ni ámbar, ciegos en mi
mirarte; te enseñaré
que en el vicio está el ocio
y que el ocio de los ocios es amarse, con eso,
con todo, ¿sabes, cómo de oscuro estaba fuera de ti?
¡Quiero volver con los pies llagados
a las causas de la luz y de la muerte que me alcanza,
una y otra vez, envejeciendo incomprensible,
pálido y frio como el sonido de la nada!
Ante la mirada metálica del tiempo,
con su resaca, llevando mar adentro
las caracolas donde dicen habitan los recuerdos,
las sombras, los sueños, las ciudades,
el triste tallo, que de vida,
ha venido a morir en el suelo;
nada queda, salvo la luz
besando los cristales de la arena
vacía
como la música sin música ni nubes,
sólo la luz baja y sin sentido,
o el amor después del amor cayéndose del pecho…
Prohibido!!!
Dejar atrás
los pasos pequeños como moscas
las uñas que hieren y aman
el viento que embriaga al desnudo
el llanto!
Dejar, cada
mañana, al salir de casa,
el fuego, el verso, los huesos,
como un gusano frío y quejumbroso
que vive del miedo y de la cera
de los labios de los muertos:
como la tumba del olvido
cavada en el mercurio de las canas.
Prohibido!!!
Prohibido
rendirse si no es en sus labios
pese haber sido sombra, o más que sombra
vapor que se dispersa ante los ojos,
nada!
Y van cayendo mis miembros:
pestañas, párpados,
sangre, que vivirá en los ríos
hasta el mar del olvido,
ojos ciegos y antiguos
o pies cansados de buscarte.
Y la luna sonríe
porque tallo
el poemario que lleva la cuenta
de las veces que he amado
siendo nada!!!
(algo es algo)
Indómita, bravía la sombra del tiempo; el telón cae, y en la caída, en el último segundo, el que parece que da sentido a todo, el luminoso tejer de la corona del espacio, queda atrapado en la tela …
Origen: Presentación de un amor.
Penden los jazmines hacia el abismo sin número
con sombras azuladas como el asfalto en la tarde,
de reojo miran al cielo que con su sol los castiga
con esquirlas de luz o fundiendo metales.
Caen con la gracia del olvido hacia la tarde sin aire.
Quizás, por la noche, inunden el mundo
con su fragancias de pétalos hechos carne,
doblando las esquinas del sueño, cuando
los hombres, tras los párpados, se vacíen
de verbo y conciencia a un mundo sin nadie.
¡Sólo los muertos rasgando la tierra,
sólo las sombras, encorvadas, cantando
a las máculas de la Luna, sus pesares!
Volvamos a ese jazmín que cuelga del cielo,
volvamos al canto, a la voz hueca
de los muertos: volvamos
a las efemérides del olvido, al ciego
sentimiento sin objeto, borrado por el tiempo;
al látigo amargo que lleva la cuenta de las lágrimas;
al desierto con su oasis de esperanza que sólo es,
a la postre, un espejismo; y al espejo
que refleja a un hombre con una copa de vino en la mano
diciendo
celebro lo que he perdido
celebro lo que he perdido
celebro lo que he perdido…
hasta cuándo!!!
He buscado el sentido de la vida en la flor sepultada de rocío, en el corazón ígneo, en el frío de la sinrazón negra, tan temida; y más, lo he hecho observando la piedra, la nube, la montaña, la te…
Origen: Soneto del suicidio
Cierro los ojos vacíos y pretéritos
como el universo corriendo hacia la nada
como un pájaro muerto en la tarde de julio
donde el desierto avanza
mientras el hombre duerme la siesta
y sueña sus pesares.
Los cierro, porque una mosca
se posa en mis párpados
creyéndome cadáver…
Esta mosca que, con su zumbar,
niega hasta la nada, leve
espacio sin aire en donde
me disuelvo gota a gota
como un monstruo terrible
que busca en tus ojos el amparo
frente a un sol que no se apaga.
¡Desde dónde mirar,
dime, este baile de máscaras
o de muertos arañando y mordiendo
la cara de un dios que les sonríe:
Ya estáis aquí….!
Abro los ojos:
¡Rumor de sombras hacia el infierno de nadie!

Ahí hay gravedades telúricas
espacios siderales
óxido en el olvido…
ahí, donde te digo,
la muerte es sólo un canto…
y cantamos
y cantamos
y morimos!

Tan distante y tan confuso
como este cielo que ante mis brazos
abiertos se abre,
tan mineral apagado en lágrimas,
tan vacío…
sólo la memoria del aire
o los jirones del tiempo
que mecen los árboles,
el polvo, alguna sombra:
un baile sin saberlo!
Así surge el deseo:
un desierto
yermo e inmóvil
pero dotado de misterio,
alas del recuerdo
que celebran la carne;
único e imperecedero
como una blasfemia lanzada contra la tarde.
Puños y dientes apretados
con la rabia de tantos años y de tanta sangre
(círculos concéntricos!)
Espuma que rompe contra las rocas
y moja este papel en blanco
en donde intento atraparte.
Como quien acude a tu centro
y grita
este yo, egoísta y obsceno.
No busquéis nada que me salve
en el último verso.
Ni un espejo que se rompa
siendo todo sólo un sueño.
No, este yo,
egoísta y obceno!
Levanto la vista
sobre el horizonte de la piel que me ha acogido
salgo
del vientre donde olvido la sed ahogada del deseo
hacia la noche sola
de las palabras a la deriva como pájaros,
o los cuerpos sin vida
que buscan otro cuerpo
para ser algo más que los metales,
o la fórmula de la luz en retirada
que queda en los espejos en la mañana sin nombre.
Acaricio
la mano aún cómplice en el llanto
en el entreacto del insomnio, cuando
la sal acude a mi boca
– qué importa que estés más fría que de costumbre: debes
soñar con la brisa gélida del tiempo.
Vuelvo
a mi respiración para encontrarme
vivo
en la certeza del amor: única esperanza con la que cruzo
los días
como círculos concéntricos sin fin ni principio…

Savia que se deshiela
volviendo a andar en círculos
bajo la corteza de plata mortecina,
como la claridad que emerge
a tientas desde la muerte
y puebla la mañana,
he visto las flores tomar
los tallos ayer dormidos
sin mesura y sin batalla,
con el solo ritual de la memoria
de un ciclo con los años ensayado:
pulpa de qué fruto acariciando qué boca.
Ahí está mi pecado impune
el verso y el beso que entregué
al gran ventanal de la memoria
-tuya y mía-:
raíces o ceniza; fuego
en la garganta; caricia
secreta del deseo; ritmo
como sangre que palpita… y sin embargo
nada o menos que nada…
-mudo asombro!-.
Vuelvo a levantar entre estas manos
la tinta y el paso solitario
de este corazón que los días me entregaron:
Hice
lo que pude.
Pero en toda noche desgarrada
estallas como las estrellas buscando su camino
-a modo de esperanza!-,
vagas entre las farolas y las sombras de los muertos
y no sé
en qué latido
vuelvo de mis lágrimas a tus labios,
a toda la luz que lleva tu nombre
y que enciende los campos a pesar
de que sólo sean polvo un día…
Dejadme un verso solo!
Dejadme una piedra sola y fría!
y un latido
y un latido!
zumbar acompasado: libélulas
argenta y nácar: luna de nadie
brisa de agosto: en qué noche…
poesía hasta que el mundo hable
del latido común de todos los hombres!
En los álamos escorados hacia el lado de Dios te veo
en cada paso que piso y en los sueños que ascienden
del polvo culpable de los caminos que anduve
en la noche sin fin que mordí con dientes de rabia:
te veo
en los ojos que me miran en silencio mientras lloro
y en la música que emana desde otras latitudes
en las culturas que he dinamitado con mi disfraz
de egocentrismo de ególatra y de mí para mí mismo:
te veo
en las huellas que dejo cada mañana
de camino al sexto dia sin sentido como el quinto
en estas cuatro paredes que aprietan mi pecho
diezmado tras cada guerra que libro con el espejo
te veo
en los presagios en los desánimos en el destino tan cierto
de las lenguas blancas de los muertos que seremos
mientras bailan las palabras al otro lado de las lápidas
bajo la sombra alargada de cipreses solitarios
escorados hacia el lado de Dios, tan ciegos!
La Iglesia ha hecho mucho por el mundo;
en mi pueblo,
detrás de la iglesia,
se dieron los primeros besos,
y se fumaron los primeros cigarrillos
hablando de los primeros sueños.
Queman
los ojos al mirar
con los ojos del sueño.
Azul
esfera azul a la deriva, ni un paso
sin recuerdo.
¡No despiertes jamás!
¡Savia en los labios de la tarde,
dorado ámbar, crisálida de los rumbos fugitivos,
no despertéis jamás!
Ya despertará el tiempo, sin mirar
hacia atrás, para ser tiempo.
Ya despertará el tiempo, para andar
por los andamios repetidos de la noche, y ser tiempo.
Intentará penetrar
con su veneno
por la exclamación de las pestañas
por el naufragio de las pupilas narcóticas
por el eco sin custodia de los pasos sin dueño…
para ser sólo tiempo.
¡Tiempo, aparta,
y cabalga, Azul, por la suma de los días:
sólo fuego
en el laberinto de la sangre
celebrando
un corazón irrepetible
que arde en nuestro pecho!
¡Gracias
por no despertar!
Este oasis de un otoño de color:
ya es bastante.
Empezar a darle sentido a lo que soy:
todo sobra.
Dejar atrás
ese quebrar de huesos suspendidos en el aire…
y en el miedo.
Y sólo un anhelo, que no me alcance
nunca más
la geometría de la indiferencia.
He hecho
acopio de luz durante
el largo verano
hasta sentir la vida
a flor de piel.
En vano…
como siempre, en vano…
El frío y la oscuridad
sólo traerán un camino polvoriento
por donde andará la muerte – el letargo,
acaso -, tarareando con voz
trémula
la melodía del fracaso.
Otro otoño amarillento
en el lienzo de la vida,
y las hojas amarillas
cayendo, mientras
la gravedad y el tiempo
las envejecen con su aliento…
cubriendo el cadáver
de este cuerpo
que estrené en verano.
Ya conoces al animal
y su reconstrucción en la mañana:
su alma fría en niebla
los ojos y los estallidos de la sangre.
Ha devorado estrellas y sueños
y ahora es un divagar en el tiempo:
tiempo que echa a andar
como un eco volátil y etéreo.
Ya conoces al animal y – por lo que
intuyes -, su antídoto:
la luz de la memoria diáfana
la luz de las manos inocentes
la luz de las sombras deformes.
La luz, luz y diamante,
la luz que promete
más luz.
Está herido como un remordimiento que corroe.
Está herido como un rayo que grita.
Hombre en luz, verso
en la tarde, bestia
en la inmensidad de la noche.